»No vivan pensando en qué van a comer, qué van a beber o qué ropa se van a poner. La vida no consiste solamente en comer, ni Dios creó el cuerpo sólo para que lo vistan. (La Biblia)
La raza humana ha sido favorecida. Está en el principio de la cadena alimenticia y tiene la capacidad para mantenerse allí de manera indefinida. La inteligencia, astucia e instinto que vienen dentro de nuestro ADN nos han traído hasta el día de hoy. Pero, como todo privilegio, viene con responsabilidades a sus espaldas.
Debía responder a la necesidad de la naturaleza por un buen administrador. Una mezcla entre criador y cuidador, capaz de mantener el balance entre cuidar para subsistir y subsistir para cuidar. Desafortunadamente, ha de notarse que la balanza no está en equilibrio.
De manera indiscriminada la humanidad ha rechazado su tarea de administrador y se ha convertido en un parásito. Preocupado por la supervivencia extravagante, el desparpajo y la fama, ha ido dejando a un lado las tareas de las manos sucias y el trabajo al sol. Se ha preocupado por el día de hoy, desconociendo que eso la deja sin mañana. Se mira el ombligo complacida mientras se desmorona el piso que la sostiene.
La naturaleza, tranquila y sin preocupaciones, esperaba un ser humano hábil para entenderle. Sensato para tomar de ella lo necesario. Creativo para hacer más con menos. Sabio para vivir en armonía. Sin embargo, todo lo contrario se ha encontrado.
No todo está perdido. No estamos condenados, por lo menos no hasta ahora. En muchas oportunidades se nos han escurrido por las manos la posibilidad de cambiar la ruta, pero aún tenemos por delante algunas otras. Mi esperanza es que despertemos antes de llegar al frente del abismo.
Dejemos de mirarnos al ombligo.